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Los científicos analizaron químicamente el líquido y encontraron similitudes en la composición de sales y minerales con las variedades modernas de vino Montilla-Moriles, Jerez y Sanlúcar. A continuación, la cromatografía líquida-espectrometría de masas confirmó la presencia de polifenoles, indicadores característicos del vino. Por último, la ausencia de ácido siríngico, específico del vino tinto, permitió concluir que el vino antiguo era blanco.
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Los estudios han demostrado que el vino no es tóxico, por lo que después de 2000 años incluso puede beberse, en teoría. En la práctica, no habría nadie dispuesto a beberlo, ya que en el vino se sumergieron huesos calcinados de un hombre enterrado.